miércoles, 29 de octubre de 2014

ANNA RIBOT Experimento el Lolas

28 oct 2014 ‘Me dice que se llama Lolas y ante mi insistencia me contesta que sí, que sus padres le pusieron de nombre Lolas.’ Fe me pasó su contacto al preguntarle por un fotógrafo que supiera del tema: el objetivo era hacerme unas fotos en plan profesional o ‘corporativo’ como prefieren llamarlo los del sector. Como se supone que confío en lo que se me recomienda me lanzo a la piscina y me pasan un módico presupuesto por una serie de servicios que te hacen sentirte modelo profesional. Peluquería, maquillaje, cambios de vestuario infinitos, diferentes estilos de luz y fondo, retoque profesional y dvd… me asusto. ¿Realmente esto va en serio? Visualizo en mi cabeza los making off de fotos que he visto por la tele. De coña yo mirando a la cámara. Venga va. Sí. Llamo al Lolas. Me coge el teléfono de pasada y en medio de una sesión de trabajo. Me telefonea luego dice. Pero no me llama y le vuelvo a llamar al día siguiente. Tenía prisa por zanjar el tema antes de que me volviera la vergüenza. Acabamos cerrando la sesión, todo genial. Que me miraba el día y que lo organizábamos todo para entonces: podía llevar toda la ropa que quisiera, decía el Lolas, que la gente se presenta con maletones y con todo lo necesario para hacer un buen ambiente. Podía también tirar paredes si se lo pagaba o pintar el suelo. Claro. Tuve la tentación de trabajarme las escenas para los shots teniendo en cuenta que podría salir algo diferente y divertido pero la verdad es que renuncié a ello a los pocos segundos: ya tenía suficiente presión por el mero hecho de exponerme delante de unos focos.
© lolasartphoto Llego la mañana pactada y me quedé sin margen de previsión: metí tres camisas en una bolsa, dos chaquetas y todo el material de trabajo monamente fotografiable: un plano de trabajo garabateado con pilot verde por Martín –mi jefecompi- un metro, mi portfolio impreso, algunos bolis de colores varios y mi ordenador portátil. Después de una hora de trayecto en autobús llegué desde el centro a Carabanchel. A dos calles de la parada estaba al portón que me abrió el Lolas después de tocar el timbre un par de tonos. Entré en el estudio y, un poco perdida de primeras, me empezaron a guiar: Lucía @luciacpmakeup, la maquilladora me enseñó las zonas y me invitó a acomodar mis ropas. En seguida se puso manos a la obra mientras el Lolas y su ayudante acababan de montar los focos, pantallas, cámaras, etc. Rápidamente pasé a la zona de maquillaje: un taburete frente a un espejo con cuatro bombillas me invitaba a sentarme. Durante unos 20 minutos me sentí actriz entre tanta gama de maquillaje, luces y brocha de todo tipo. Se ve que tanto pote no sólo servía para tapar imperfecciones en la cara, sino también para controlar brillos ante la cámara. Toda una ciencia con la que Lucía intentaba hacer negocio mediante distintos business online de maquillaje.
sesion Imágenes de la sesión Cuando la preparación de los espacios estuvo lista empezó el asunto casi sin darme cuenta: un poco rígida y tímida me colocaba donde me decían y no podía evitar poner cara de apuro ante la mirada de tres pares de ojos. ¿Qué se supone que tenía que hacer? ‘Mueve los brazos, presenta tu idea, sonríe a la cámara’ oía pero la verdad es que me sentía incomodísima y el hecho de que fuera capaz de verme a mi misma desde fuera de mí no ayudaba para nada. Cara de circunstancias, ojos súper abiertos o expresiones inseguras era lo único que podía repetir.
shot de @lolasart_photo con Lucía Y ahí el Lolas pasó a la acción: dejó que me despeinara un poco y quiso saber de mis rollos patateros , también él me contó algún cotilleo curioso e incluso me puso música para ver si me sentía más cómoda con el proceso aunque no es que lo estuviera precisamente bordando. Pero sirvió. La cosa fue adelante, pasé el trámite con tres cambios de vestuario, algún complemento y con la ayuda de mobiliario aleatorio. Creo que pasaron horas.
Las fotos de mí misma vistas en perspectiva @lolasart Al día siguiente el Lolas me hacía escoger entre algunos shots de mi sesión para hacer la tría de las mejores y a los tres días volví a Carabanchel a por mi dvd con el material. El Lolas estaba de mudanza porque viajaba por trabajo a la par que organizaba su mudanza a un nuevo estudio mucha más céntrico. Ese día me invitó a su despacho a la entreplanta del estudio y me explicó alguno de sus trabajos. Me contó anécdotas de personajes interesantes y también hablamos de pequeños dramas que te recuerdan que no todo es happy guay.
Surtido personalizado: su proyecto contra el Alzheimer en tarjetas y una foto dedicada @lolasart Ese día me volví en el mismo autobús de siempre, con prisas hacia el centro pero con la sensación de haber conocido a un profesional que disfrutaba haciendo su trabajo: vivía su carrera apasionadamente, sobrado de energía y de chulos episodios para compartir con los colegas. Y la verdad, envidié tal actitud casi tanto como a la gran colección de pequeños objetos que me mostró: de distintas medidas, estilos y belleza, se acumulaban elementos varios en un par de salas en las que fácilmente se podía encontrar más de un tesoro, cada uno con su historia y quizás con alguna fina capa de polvo.
Una pared del estudio del Lolas Paseé por el estudio donde cada pared era un escenario diferente: al fondo, flashes de cámaras enfocando a una guapa modelo con una peluca oxigenada de proporciones Cleopatra. Nos sonreímos tímidamente y cada una volvió a lo suyo. Que era lo que realmente importaba. POST EN EL BLOG DE LA ARQUITECTA CATALANA ANNA RIBOT SOBRE © LOLASARTPHOTO VIA LINK: http://annaribot.com/experimento-el-lolas/

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